La industria textil se enfrenta a desafíos ambientales y sociales significativos a nivel mundial. Con un alto consumo de agua, generación de residuos, emisiones de gases de efecto invernadero y uso intensivo de químicos, el sector está en un momento crucial de transformación hacia la sostenibilidad. Hablamos con tres empresas peruanas que apuestan por procesos sostenibles e innovadores, y analizan el impacto y las oportunidades de este cambio.



No cabe duda de que la industria textil en el Perú es un motor importante para la economía. La Sociedad Nacional de Industrias (SNI) resalta que esta representa el 8 % del producto manufacturero y cerca del 1 % del Producto Bruto Nacional, con un aporte anual de entre 4 y 5 mil millones de dólares. Sin embargo, su crecimiento no puede desvincularse de la necesidad de adoptar prácticas más sostenibles.
En ese sentido, la sostenibilidad en la industria textil se ha vuelto una necesidad urgente. En el Perú, si bien el gobierno ha implementado normativas para fomentar prácticas más responsables, la fiscalización sigue siendo un desafío. Javier Landázuri, gerente de Sostenibilidad y Proyectos Estratégicos de Textil del Valle, lo resume así: “Más allá de que te estén fiscalizando, tú tienes que estar convencido de que es la forma correcta de hacer las cosas”.
La concientización ha marcado un antes y un después en la industria. Antes, las empresas no contaban con áreas dedicadas a la sostenibilidad. Sin embargo, tras la pandemia, las nuevas generaciones de consumidores han impulsado un cambio de mentalidad, demandando mayor responsabilidad en la producción de textiles.
Hoy, el usuario final es cada vez más exigente y busca conocer el origen de sus prendas. Se preguntan ¿De dónde vienen los insumos?, ¿cuánta contaminación causó este traje?, ¿se produjo de manera responsable? Estas interrogantes reflejan una nueva conciencia que impulsa a las empresas a adoptar mejores prácticas.
En el 2020, la firma global de consultoría estratégica McKinsey realizó una encuesta sobre la confianza del consumidor estadounidense. Más del 60 % de los encuestados indicó que estaría dispuesto a pagar más por un producto con un envase sostenible. Además, el 78 % afirmó que un estilo de vida sostenible es importante para ellos.
Este cambio de mentalidad ha impactado en las marcas globales, que han debido adaptarse a las expectativas de sus consumidores.
En Textil del Valle lo han comprobado de primera mano. «Los clientes de nuestros clientes han comenzado a exigir prendas sostenibles. Las marcas no nacieron con esta mentalidad, pero sus consumidores empezaron a pedírselo, y ahora están dispuestas a pagar más por prendas con certificaciones», señala Javier Landázuri.

Sin embargo, el gran desafío es garantizar la veracidad de estas prácticas. Muchas empresas afirman ser sostenibles, pero pocas pueden demostrarlo con trazabilidad y transparencia. Es ahí donde caen en el llamado ‘greenwashing’, definido por Forbes como una práctica engañosa de marketing sostenible que trata de comunicar una imagen de marca respetuosa con el medio ambiente sin ningún fundamento. Esto plantea riesgos para la reputación de las empresas al erosionar la confianza de los consumidores.
Para evitar el greenwashing y fortalecer la credibilidad de las empresas es importante contar con certificaciones emitidas por organismos reconocidos. Sellos internacionales como GOTS (Global Organic Textile Standard), OEKO-TEX y BCI (Better Cotton Initiative) permiten verificar que los procesos productivos cumplen con estándares ambientales y sociales exigentes.
PROYECTOS DE SOSTENIBILIDAD EN LA INDUSTRIA TEXTIL PERUANA
Las empresas peruanas han entendido que la sostenibilidad no es un gasto, sino una inversión. Javier Landázuri enfatiza que primero hay que ser rentable para luego ser sostenible. “La inversión inicial puede ser alta, pero se recupera en menos tiempo del que se piensa”, argumenta.
En ese sentido, varias compañías han implementado proyectos que no solo reducen su impacto ambiental, sino que también generan beneficios económicos.
La empresa Precotex ha implementado una planta de tratamiento de efluentes capaz de recuperar hasta el 70 % del agua utilizada. Además, ha apostado por energías limpias, reemplazando combustibles contaminantes por gas natural y energía proveniente de fuentes renovables.
Otra iniciativa muy interesante es la de Textil del Valle, que ha desarrollado un programa de cultivo de algodón orgánico y regenerativo en la región de San Martín, con más de 3,000 hectáreas de cultivo.
Este proyecto no solo genera un impacto positivo en los agricultores locales, ofreciéndoles una alternativa rentable frente a cultivos ilegales como la hoja de coca, sino que también contribuye a la reforestación con la plantación de aproximadamente 100,000 árboles al año.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) N°6 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), relacionado con agua limpia y saneamiento, ha sido clave para la transformación de varias empresas peruanas. Nettalco, por ejemplo, ha implementado una planta de tratamiento biológico que reduce la carga contaminante del agua utilizada en su proceso de tintorería.
“Con esta planta podemos cumplir con certificaciones internacionales y reutilizar el agua en nuestros procesos productivos, reduciendo la extracción de fuentes naturales”, explica Alejandro Castillo, jefe de Sostibilidad de Nettalco.

Castillo también menciona su programa de frazadas, una iniciativa que da una segunda vida a los residuos textiles. Antes, las mermas generadas en el proceso de corte se enviaban a recicladores para ser transformadas en trapos, relleno de colchones, cojines o sofás. Sin embargo, vieron la oportunidad de hacer algo más significativo con estos materiales. Por ello, se asociaron con una empresa especializada en la fabricación de frazadas, utilizando dichas mermas como materia prima. El proceso consiste en descomponer el material, convertirlo nuevamente en hilado y tejerlo para dar forma a nuevas frazadas.
“Estas colchas no solo cobran una nueva vida, sino que también cumplen una misión social: las confeccionamos y las entregamos de manera gratuita a comunidades altoandinas en situación de extrema pobreza, donde el frío extremo pone en riesgo la vida de muchas personas”, expresa.
Hasta la fecha, han distribuido más de 80,000 frazadas, demostrando que lo que antes se consideraba un desecho hoy es una herramienta que ayuda a salvar vidas, especialmente de niños y ancianos.
COMPETITIVIDAD Y SOSTENIBILIDAD: UNA VENTAJA PARA PERÚ
Los entrevistados coinciden en implementar prácticas sostenibles también fortalece la competitividad de las empresas peruanas en el mercado global.
El Ing. Landázuri destaca que ser sostenible te coloca varios escalones por encima de la competencia: “Competir solo por precio o calidad es fácilmente imitable, pero la sostenibilidad es un diferencial difícil de igualar”.
Alejandro Castillo agrega que, además de la reputación empresarial, adoptar procesos sostenibles reduce costos a largo plazo. “Si se aprovechan mejor los residuos y se optimiza el consumo de recursos, la empresa se vuelve más eficiente y competitiva”.
En la misma línea, Dante Villalva, gerente general de Precotex, sostiene que las corporaciones peruanas han entendido que la sostenibilidad no solo es una obligación, sino una ventaja competitiva que mejora su posicionamiento y reputación global.
Asimismo, Perú tiene una ventaja clave: es productor de algodón, lo que permite una cadena de valor más corta y fácilmente trazable. “Podemos identificar exactamente de qué parcela proviene nuestro algodón, algo que no todos los países pueden garantizar”, afirma el economista Villalva.
EL RETO DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS
Los entrevistados también coinciden en que en el Perú faltan políticas que impulsen la sostenibilidad en el sector, no solo sancionando si no se están cumpliendo las normas.
“Faltan políticas públicas con estrategias de apoyo a las empresas para facilitar su transición hacia procesos más limpios”, comenta Dante Villalva.
Si nos comparamos con la competencia internacional, aún existen brechas. Países en todo el mundo han establecido regulaciones estrictas que exigen prácticas sostenibles a lo largo de toda la cadena de valor.
Alemania, por ejemplo, implementó la Ley de Diligencia Debida en la Cadena de Suministro (Lieferkettensorgfaltspflichtengesetz – LkSG), que exige a las empresas con más de 1,000 empleados garantizar el cumplimiento de estándares ambientales y de derechos humanos en toda su cadena de suministro. El país europeo también promueve el uso de textiles reciclados y la producción sostenible a través de iniciativas como el Textilbündnis (Alianza para Textiles Sostenibles).



En América Latina, un buen ejemplo es Brasil con el Programa Sectorial de Residuos Textiles, que obliga a los fabricantes a gestionar adecuadamente los desechos generados por la producción de ropa y textiles. Además, el país ha implementado incentivos fiscales para empresas que invierten en tecnologías sostenibles y ha desarrollado regulaciones para la reducción de químicos contaminantes.
Dante Villalva expone que, en el Perú, aún no se exigen certificaciones específicas de sostenibilidad para productos textiles comercializados en el mercado local.
No obstante, existen regulaciones en seguridad y salud en el trabajo, medioambiente y aspectos laborales. Además, el Ministerio del Ambiente (MINAM) reconoce a las empresas que voluntariamente miden, reducen o neutralizan sus emisiones de gases de efecto invernadero, permitiéndoles alcanzar la certificación de carbono neutro.
Por otro lado, las empresas exportadoras deben cumplir con estándares internacionales exigidos por marcas globales, incluyendo certificaciones como Oeko-Tex Standard 100, WCA (Workplace Conditions Assessment) y WRAP (Worldwide Responsible Accredited Production), GOTS (Global Organic Textile Standard) y GRS (Global Recycled Standard), entre otras.
Algunas marcas, incluso, desarrollan sus propias auditorías basadas en normas ISO para evaluar buenas prácticas de manufactura.
También es necesario que el Estado brinde mayores facilidades para el acceso a financiamiento para proyectos sostenibles. La creación de programas de apoyo y fondos específicos para la transición hacia modelos más ecológicos puede acelerar el proceso de transformación.
Los entrevistados concuerdan en que la clave es un enfoque que involucre al sector privado, el Estado y la academia, en un espacio de diálogo y articulación. Solo así se podrán desarrollar soluciones que permitan mejorar la circularidad de los productos.
UN FUTURO CADA VEZ MÁS SOSTENIBLE
Como se ha demostrado a lo largo del reportaje, la sostenibilidad ha pasado de ser una opción a convertirse en una necesidad para la industria textil. Las empresas peruanas están adoptando prácticas más responsables, impulsadas tanto por la demanda del mercado como por su compromiso con el medio ambiente. Sin embargo, aún quedan desafíos por superar, desde la implementación de políticas públicas más efectivas hasta la digitalización y el acceso a tecnologías limpias.
“Es un lindo futuro, ya que son cada vez más los empresarios que han entendido esta necesidad”, señala Javier Landázuri, de Textil del Valle.
Vamos por el camino correcto, solo necesitamos acelerar el paso.