Texto : Marta Godoy / De: Business Insider
La industria textil ha entendido que tiene que ser el impulso definitivo para la sostenibilidad y el reto que tiene por delante el sector no es minúsculo.
Los datos avalan el poso que deja de la industria textil en el medioambiente. De hecho, el informe The State of Fashion 2020 elaborado por la consultora McKinsey & Company revelaba que la moda representaba entre el 20% y el 35% de los microplásticos que acaban invadiendo los océanos de todo el mundo.
Sin embargo —y al contrario de lo que se pueda pensar—, el complejo contexto socioeconómico acontecido por el COVID-19 parece haber sido el impulso definitivo. Durante un encuentro virtual organizado por el banco Sabadell y Startup Valencia sobre la moda inteligente del futuro, fundadores de diferentes startups del mundo textil coinciden en que la pandemia ha puesto la sostenibilidad en el centro de la ecuación.
«La pandemia ha hecho que demos un paso atrás, para dar 2 pasos adelante», apunta Raúl González, CEO de Ecodicta, empresa que centra su modelo de negocio en el servicio de alquiler de ropa por suscripción mensual.
En este sentido, González opina que la situación actual ha provocado que el usuario se siente y reflexione más que nunca sobre qué es lo que quiere y lo que no. «La gente ya no consume ropa sin más, y por ello, que hay que dotar este hecho como una verdadera experiencia», apunta.
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Por su parte, Carmen Silla, directora de Marketing de Jeanologia, coincide en que dejando a un lado el parón inicial y la caída de ventas, la pandemia ha acelerado la necesidad de avanzar en el ámbito de la sostenibilidad y la digitalización.
«La moda es como identificas cuando te vistes, pero no hay que olvidar que tiene un impacto medioambiental muy alto», explica Silla, y cuya empresa tiene muy claro su cometido. Jeanologia, quien brinda servicio a firmas como Levi’s y Pepe Jeans y gigantes textiles como Inditex, desarrolla tecnología para producir textiles reduciendo al mínimo su afección al planeta: durante 2020 ahorró más 15,4 millones de metros cúbicos de agua.
«Todo el momento de pandemia que hemos vivido creo que ha servido para poner los valores en el centro», opina, por su parte, Federico Sainz, CEO de la empresa textil Sepiia. El empresario considera que la situación actual ha forzado el cambio de paradigma y lo ha hecho en todas sus aristas.
¿Adiós al fast fashion?
Silla considera que el futuro pasa por la producción bajo demanda: «Los países como Bangladesh o Pakistán harán la prenda y el acabado lo haremos cerca del consumidor». La directiva de la empresa valenciana considera que las tecnologías que hoy se están implementando son las que harán posibles este cambio de mentalidad.
«Nosotros huimos del mundo tendencia, de esa prenda concreta que te vas a poner un día para la foto de Instagram», relata el fundador de Sepiia. El cometido de la empresa es el de crear prendas duraderas y por ende, conscientes con el planeta que las rodea. «Nuestro compromiso está en producir menos prendas, pero que no pierdan su valor porque se hayan pasado de moda», añade.
«El fash fashion como lo conocemos hoy en día va a desaparecer en 5 años», vaticina Federico Sainz. El CEO considera que una camiseta de 2 euros jamás podrá ser sostenible. Ante este nuevo escenario, considera que el modelo de negocio va a tener que «reconvertirse y pasar por muchas etapas hasta lograr un equilibrio».
«Todo tendrá que pasar por más transparencia. Todo el mundo tiene que empezar a explicar qué está haciendo en el backstage«, opina Ramón Acín, CEO de Beston, una startup centrada en prendas para el frío. En este sentido, el directivo recalca la importancia de objetivar estos avances con mediciones y certificaciones.
«Hay que seguir apostando por un modelo de negocio con propósito, con impacto positivo y que ponga al usuario en centro y sobre eso, tome todas las decisiones», considera Acín sobre el camino a seguir.
Por su parte, desde Sepiia, Federico Sainz concluye que la ropa es un producto totalmente necesario así como lo es también la supervivencia del planeta, lo que convierte en una imperante necesidad buscar un equilibrio entre ambos.