Ramón Pella, memoria viva de la APTT

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Ramon Pella P

Tiene 89 años. Alegre, lúcido, ingenioso. Ramón Pella es uno de los últimos socios fundadores vivos de la Asociación Peruana de Técnicos Textiles. Él afirma que se siente feliz y satisfecho porque esta institución, en noviembre, ha cumplido cincuenta y tres años de actividad. Esta es la historia del hombre que ha pasado medio siglo trabajando en fábricas textiles y que ha sido testigo de la historia de la APTT.   

Descargar en PDFRamon PellaRecordar su historia y su pasado es también recordar la historia de la APTT. Aunque su memoria empieza a desgastarse por la edad -es imposible recordar todo- se mantiene muy lúcido. Ramón Pella es de mediana estatura, camina un poco inclinado pero con vitalidad y no oye bien, por eso hay que hablarle en voz alta. Él es el último rastro de vida del grupo de fundadores de la APTT. Ramón Pella cumplió 89 años el 26 de octubre. Nació en 1926, en Piura. Dejó Piura cuando era muy niño y se vino con sus padres a vivir al puerto del Callao. Ellos lo matricularon en el colegio San José de los Hermanos Maristas. En esa escuela Ramón Pella aprendió lo que significa la responsabilidad y la ha cultivado como su manera de pensar. Él entiende responsabilidad en el sentido de hacerse cargo de los problemas que ocasiona y de no eludirlos. Se ha convertido en su filosofía de vida. 

Cuando Ramón Pella terminó el colegio ingresó a la unidad de caballería de la Policía Nacional. Tenía 18 años. Estuvo un año ahí. Ese tiempo fue suficiente para darse cuenta que la vida disciplinada de los policías no era lo suyo. No le gustaba recibir órdenes para cumplirlas al pie de la letra. Su vocación no tenía nada que ver con eso. Él siempre ha sido inquieto y libre al hacer las cosas. A los 19 dejó la policía  y se fue a trabajar a Satipo, una provincia en la selva central de la región Junín. Allí cortaba árboles y arbustos de los campos cafetaleros con un hacha. Un año después, cuando cumplió 20, volvió a aburrirse y regresó al Callao. Ramón Pella es así, le aburren las rutinas, es impulsivo a veces y siempre está inconforme con lo que hace.

Una vez se encontró con un compañero de promoción del colegio San José. Su amigo le contó que había ingresado a la universidad y que le iba muy bien. Ramón Pella se quedó sorprendido, porque recordaba a su amigo como un estudiante que no tenía buenas calificaciones. Él, si bien no fue uno de los alumnos más destacados, tenía notas regulares. A raíz de eso, Ramón Pella se propuso demostrarle que él era más inteligente, así que desempolvó todos sus libros del colegio y se encerró a estudiar con mucha disciplina. Su esfuerzo dio resultados. A los tres meses obtuvo una vacante en la Facultad de Ingeniería Química en la Universidad Nacional Mayor de  San Marcos. A Ramón Pella tampoco le gusta perder.

Cuando cursaba el tercer año en la Facultad compró una colección de libros de química de la editorial Mc Graw- Hill. Ramón Pella recuerda muy bien ese episodio. La colección está ahora en los estantes de la sala de reuniones de la APTT. Son 17 libros de tapa dura, algunos de color guinda y otros verde. Él coge uno de más de mil páginas, en el lomo se lee “editado por John Perry,  y me lo muestra. “Esta es como la biblia para la ingeniería química”, me comenta Ramón Pella con una sonrisa.

Cuando terminó la carrera se fue a realizar sus primeras prácticas profesionales a la minera de la Oroya. Sus jefes lo incorporaron a la planta de ácidos sulfúricos. En ese lugar no existía la comodidad de los laboratorios como los que tenía en la universidad. Las condiciones y el ritmo de trabajo eran distintos. Ramón Pella estuvo en las aulas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos desde 1948 a 1953. Dice que no sabe por qué eligió estudiar química pero ahora, casi sesenta años después, señala que no se arrepiente. Gracias a esa decisión ha vivido más de cincuenta años vinculado a la industria textil.

El 15 de marzo de 1954, Ramón Pella consiguió su primer trabajo como ingeniero químico en la empresa textil Limatambo, que ahora se llama Las Parcelas S.A. Su primer jefe fue un técnico alemán de nombre Félix Schereire. Ramón Pella fue el primer ingeniero químico que ingresó a esa fábrica. Antes de él, allí solo trabajaban técnicos extranjeros. En poco tiempo se hizo muy amigo de Félix y se ganó su confianza a base de trabajo. “Félix más que un jefe fue muy amigo mío. Hicimos buen complemento”, recuerda.

Ramón Pella entiende la vida desde dos puntos de vista. El del ingeniero y el del técnico. Dice que el técnico camina en línea recta, es decir, sigue las reglas y las cumple con eficiencia. Eso es bueno porque está altamente capacitado para hacer bien las cosas, pero su mentalidad es demasiado rígida. En cambio el ingeniero tiene más libertad para explorar y experimentar posibilidades. Los ingenieros tienen la mentalidad más abierta y flexible. Ramón Pella tiene el espíritu de un ingeniero. Siempre se está preguntando, ¿Cómo se puede mejorar lo que hay? Esa siempre fue su inquietud y la empezó a desarrollar más cuando entró a trabajar a Limatambo.

El local de Limatambo quedaba en Surquillo. Ramón Pella, que vivía en el Callao, tenía que levantarse muy temprano y tomar dos tranvías para estar a tiempo en el trabajo. En esa época no existía la costa verde y no se podía cortar camino. El primer tranvía lo llevaba del Callao hasta la Plaza San Martín. Ahí abordaba el segundo tranvía -conocido como “El Chorrillano” porque su paradero final era Chorrillos- que cruzaba por Surquillo y lo dejaba muy cerca de la empresa.

Poco después fue ascendido a jefe de tintorería y acabado. En ese cargo ya se sentía con la confianza necesaria como para remover y modificar la forma de trabajo antigua que persistía. Ramón Pella recuerda que en la empresa tenían dos enormes tanques que almacenaban agua. Había un grupo de empleados que se dedicaban a sacar las sales de los minerales de uno de los tanques para obtener agua blanda. Para todo usaban agua blanda. Él hizo una cosa sencilla pero necesaria: instaló dos tanques diferentes para cada tipo, uno para agua blanda y otro para agua dura. Hizo cambiar las tuberías e instalar nuevas para cada uno de los tanques. Así ahorraron mucho dinero. 

Como la empresa vio que tenía cierto empuje y ganas de innovar le pagaron un par de cursos de capacitación en Estados Unidos y Suiza. Confiaban en que él podría traer conocimientos nuevos sobre la industria textil. Cuando eso pasó, Ramón Pella tenía 28 años. En Estados Unidos visitó las ferias textiles que se hacían en las ciudades de Miami y Atlanta. En esas ferias observó una cantidad gigantesca de actividades y congresos textiles. En los cursos aprendió a  mejorar el engomado de urdimbres, todo lo vinculado con el punto químico para el acabado de las telas, repelencia al agua y repelencia a la suciedad. En ese tiempo se pusieron de moda los acabados antiarrugas. Los textileros empezaron a mezclar algodón con poliéster para fijar las telas y evitar pliegues en la ropa. En la actualidad ese tipo de prendas son muy comunes. Para esta entrevista, Ramón Pella viste un terno de algodón con poliéster color verde oscuro.

En Estados Unidos y Suiza también vio muchas revistas con información técnica que traían las compañías fabricantes. Era literatura sobre la industria textil. De algún modo de ahí también nació la idea de fundar ‘Mundo Textil’, la actual revista oficial de la APTT, que ya lleva 137 ediciones. Los objetivos con los que se creó esta publicación son fortalecer los lazos de unión de los socios, ofrecer artículos técnicos muy útil para todos, y publicar información sobre las actividades, talleres, cursos. En suma, mantener unida a la familia textil. Con todo ese bagaje que recibió durante un par de semanas en Suiza y en Estados Unidos regresó a Limatambo dispuesto a aplicarlo. 

A su llegada lo nombraron gerente de producción. El señor Alfredo Ferrand Inurritegui, que era el presidente del directorio y gerente general, propuso a Ramón Pella para ese cargo y el directorio lo aprobó por unanimidad. En esa nueva posición se hizo cargo de toda la parte de producción, hilandería, textilería y estampería. La empresa sentía que Ramón Pella era un buen profesional con suficiente capacitación e ingenio para hacer cambios útiles a la empresa. Alfredo Inurritegui y él se hicieron muy buenos amigos. “Él era escorpio y yo también. Yo soy del 26 de octubre y él del 6 de noviembre. Éramos muy buenos amigos. Muy inquieto el hombre. Alfredo no era mi jefe. Era un amigo de mi alma”, dice.

En octubre de 1962, la empresa envió a Ramón Pella a Medellín. En esa ciudad nacería la idea de fundar lo que hoy es la APTT. La empresa Bayer-Química Unidad de Colombia estaba organizando un curso de perfeccionamiento sobre tintorería y acabados de carácter internacional al que asistieron técnicos e ingenieros de todo el continente. La sucursal de Bayer en Perú también envió un grupo de personas. Ramón Pella fue uno de ellos. En Colombia conoció a otros técnicos e ingenieros peruanos. Mientras compartían el curso surgió la idea de crear una asociación para conocerse más.

En la mesa al frente suyo hay innumerables papeles, documentos, las primeras ediciones de la revista Mundo Textil y varias fotos revueltas donde aparece Ramón Pella con sus amigos. Como en los primeros años no tenían un local para hacer sus reuniones, se juntaban en cafés o en la casa de alguien a conversar sobre la industria textil. Estas fotos y papeles le ayudan a Ramón Pella a ordenar un poco 89 años de historias y anécdotas que conserva en su memoria. De pronto coge un documento de todo el revoltijo de papeles que hay en la mesa. Se trata del acta de fundación de la APTT.

El 10 de noviembre de 1962, los cinco fundadores y algunos de sus amigos textileros se reunieron en el local de la Facultad de Química de La Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ubicado, en ese tiempo, en el Jr. Moquegua 318. La reunión empezó a las ocho de la noche. La idea que se gestó en octubre de 1962 en la ciudad de Medellín al fin se hacía realidad un mes después. Los cinco miembros fundadores fueron: Ramón Pella, Ricardo Barba, Jesús López, César Gutiérrez y Víctor Herrera. Esa noche se fundó formalmente la APTT y nombraron una comisión organizadora para elaborar el estatuto bajo los cuales guiarían sus acciones. A las 11:30 de la noche se levantó la sesión. Un mes después, el 15 de diciembre, durante la primera reunión oficial, Víctor Herrera fue elegido presidente de la primera junta directiva y Ramón Pella como el encargado del área de economía. Así fue como nació la Asociación Peruana de Técnicos Textiles.

Una vez fundada, empezaron a buscar un terreno para su local. Tres años más tarde, en 1965, consiguieron el lugar donde están ubicados en la actualidad. Para pagarlo y construirlo hicieron varias actividades, los primeros socios y la junta directiva dieron una cuota voluntaria para recolectar el dinero necesario. En julio de 1969, con el esfuerzo de todos, terminaron de construir la primera planta. La APTT ya iba tomando forma.

Poco tiempo  después, tuvieron que organizar el Tercer Congreso Latinoamericano de Química Textil. El primero se hizo en Argentina y el segundo en Chile. La tercera sede fue Perú. En esa época, el general Juan Velazco Alvarado era presidente del país. La APTT pudo sacar el congreso adelante en medio de un gobierno difícil. Al final todo salió bien, pudieron juntar dinero para seguir creciendo. Organizar ese congreso fue heroico. “Fue toda una hazaña poder realizarlo en Lima”, recuerda Ramón Pella.

A nivel del continente ellos también participaron en la fundación de la Federación Latinoamericana de Químicos Textiles en setiembre de 1970. De a pocos su participación en la industria textil se hizo más notoria. En agosto de 1978 también organizaron el primer Congreso Nacional de Tecnología Textil. Su prestigio se ha consolidado en sus cincuenta y tres años de historia. “A pesar de las dificultades que se presentan a este tipo de asociaciones, la nuestra, debido a la férrea voluntad de los asociados, logró rotundos éxitos, éxitos que han quedado plasmados en las excelentes experiencias, fórums, congresos, cursillos y diversas actividades, que en armoniosa colaboración con las empresas ligadas a nuestra industria textil nos permitieron mejorar el nivel técnico y profesional de nuestros asociados”, recordó Ramón Pella en su discurso cuando fue nombrado presidente honorario de la APTT en julio de 1986.

Ramón Pella solo dejó de trabajar en el sector textil cuando le dio un preinfarto. Recuerda que lo llamaron de una fábrica para hacer unos trabajos especiales con colorantes indanthren o químicamente colorantes VAT, que son muy finos y de buena calidad. Poco después de trabajar allí empezó a tener problemas en el corazón. Una noche de fiesta mientras bailaba vals criollo tuvo un problema cardiaco. “Se me achicaron los pulmones”, explica Ramón Pella. Los médicos le dijeron que tenía que operarse. Cuando se recuperó de la operación se dijo: “al diablo todo. Prefiero morir de hambre y no como un idiota trabajando”. Ahí dejó de trabajar. Ramón Pella  tenía 74 años. “Hasta acá nomás llegamos. Prefiero vivir tranquilo hasta que Dios me llame”.   

-¿Y ahora piensa en la muerte?

-No. Para nada. Nunca se sabe cuándo llega. Solo hay que estar preparados.

Ramón Pella tiene una familia numerosa. Leonor Zevallos Contreras, su mujer, “la monjita”, le dio seis hijos. Se enamoraron y se casaron siendo estudiantes. Este 2015 cumplieron 67 años de casados. Sus seis hijos les han dado nueve nietos y cuatro bisnietos. Él y su esposa viven solos su casa en La Molina. Sus hijos no viven ahí desde hace mucho tiempo. Algunos de ellos están desperdigados por varios lugares del mundo como Paraguay, Japón y Estados Unidos. Para esta navidad, Ramón Pella y su esposa viajarán a Estados Unidos. Tienen la esperanza de juntarse allá con toda la familia. Por ahora pasa sus días de tranquilidad en casa con su mujer y de vez en cuando visita la asociación. Aprovecha para reencontrarse y reírse con sus amigos. “La vida es bonita, me encanta vivir”, dice Ramón Pella, con suma tranquilidad antes de despedirse. 

¿Cuándo fundó la APTT se imaginó que iba a estar como está ahora?

No. Sinceramente no. Era solamente un movimiento de acercamiento entre tantísimos peruanos que no nos conocíamos y estábamos haciendo prácticamente lo mismo: procesar telas cada uno en sus respectivas fábricas. En Medellín nos preguntamos, ¿Porque no nos reunimos a conversar, aunque sea a jugar cachito?

¿Qué siente cuando ve la APTT en este momento?

Plena satisfacción por lo que hay. Estoy satisfecho por completo. Me siento feliz, contento y alegre.

¿Cómo se imagina a la APTT dentro de unos años?

Eso depende de cuál es la meta de las directivas nuevas. Depende de que pretendan lograr. Deben hacer un bosquejo de todo lo que quieren hacer y tratar de ejecutarlo. Buscar todos los medios necesarios, ya sea con los mismos socios, con los directivos, con las empresas que nos auspicien. Si quieren estar como estamos y no hacer nada. No hacemos nada.

¿Por qué sentía que era necesario fundar la APTT?

Uno por compañerismo. Somos gente que andábamos por los mismos caminos. Además, en esas épocas lejanas casi todos los técnicos textiles eran extranjeros: españoles, suizos, alemanes, italianos. Era necesario crear un grupo de peruanos.

¿Cómo ve el panorama actual de la industria textil?

Ahora todo el mundo que produce textiles puede venderlos a donde sea. A Estados Unidos, a Latinoamérica, a cualquier parte del mundo. Pero vender afuera no es tan fácil. Hay que ver la materia prima disponible, la maquinaria moderna que uno tiene, los precios. Hay muchos factores. La mano de obra es diferente en distintas partes del mundo. Si tuviéramos un estándar para todo el mundo sería más fácil, pero ¿cómo vamos a competir con la mano de obra china? Por ahí he leído que las fábricas en china tienen 10 mil operarios. ¡Eso es todo lo que hay en el Perú! Es muy difícil competir ahí. Se podría competir en la especialización pero en Perú hay muy pocas empresas con esa capacidad. Una de ellas es Creditex, una de las empresas más grandes que tienen especialidades en materia prima y hasta incluso tienen confecciones.